Menuda cicloturista que me ha tocado hacer este año, estaba predestinada al fracaso. Menos mal que al final, fue una pequeña victoria.
La semana anterior a la cicloturista empezaron los problemas, primero la bicicleta me cambiaba mal. Fui incapaz de hacer que cambiara bien, no llegaba al piñón grande, las rulinas del cambio rozaban en el piñón y no me engranaba el pequeño. Por si fuera poco, el martes empezaron a dolerme las piernas, como me suele pasar cuando ando mucho en bici y se me olvida correr. Y claro, cuando el miércoles sí fui a correr, el dolor se incrementó. Gracias a MG Bikes en Algorta, los problemas del cambio se solucionaron, así que el jueves me dispuse a dar una vueltilla y soltar piernas, y así de paso probar la bici... Fue penoso, a los 20 km se me partió un radio. Total, vuelta a todo correr a la tienda.
El viernes, después de limpiar la bici, me di cuenta de que estaba revirado un tornillo del cambio, y me volvía a cambiar mal...menuda situación, como decían Asterix y compañía solo hacía falta que se me cayera el cielo encima.
Estuve todo el viernes atacado, cambié la ruedas, calibré bien los frenos, pero no me di cuenta que la rueda la puse mal, total, que al ponerla bien los frenos iban mal, otra vez...y se me iba el día.
Al final, llegó la hora de irse, y como hicimos en el 2011 nos fuimos todos a la casita rural La Tabernina, en Cangas de Onis.
Llegamos sin problemas, y mientras hacían la cena, seguí intentado calibrar los frenos, el cambio... Al final, todo quedó perfecto.
El fin de semana venía genial de tiempo, así que el plan era que mientras Asier y yo hacíamos la cicloturista, los niños, Itzi y Patricia se irían a la playa...qué bien jejeje.

Así que nos levantamos pronto, para que no nos pasara como la vez anterior, que llegamos por los pelos.
Recogimos el dorsal y nos pusimos en la salida, nunca había estado tan cerca del arco de salida. Estábamos a la altura del ayuntamiento, así que vimos en primera fila el homenaje que le hicieron a Carlos de Andrés. Después de oír a los gaiteros, nos pusimos a andar.
El ritmo fue trepidante en estos kilómetros. Habíamos decidido tirar los primeros 50 km a saco ya que eran muy favorables. Asier, que este año iba con bici de corredor, se me escapaba por momentos, y yo era incapaz de seguirle con la plegable. No podía ir a mas de 55 km/h, no me daban los pedales, y me quemaba por momentos.
A Asier lo tenía a la vista así que mucho no me preocupaba. Hasta que empezaron las caídas. Aquí voy a ser muy crítico. Habitualmente en las salidas me coloco en el medio, o por el final; en esta cicloturista salimos delante y lo notamos. La gente va a saco, pero no todos saben andar en pelotón: muchos se cruzaban, nunca había visto a tanta gente tirar mierdas al arcén (¡ni que fuéramos profesionales, pero de qué vamos!), y claro, muchos sustos, mucho olor a freno quemado, y las inevitables caídas. Me libré de dos de las caídas por los pelos, asistí a otra y en otra ocasión pasé justo cuando estaban retirando a una persona, creo que con la clavícula rota.
Me encontraba completamente desmotivado, estaba claro que con la semana que había pasado, no acababa ni de coña... Sin embargo, empecé a pedalear con un grupo y como vi que la rueda aguantaba continué hasta el avituallamiento. Asier no estaba y casi ni paré. Pensé: "Voy a por él a saco". Cogí un plátano, monté y a por la Tornería...qué leches, es un puerto que me encanta. Ya veríamos lo que aguantaba la rueda.
Al comienzo de este puerto, escuché las típicas frases entre grupillos: "dicen que si pasas la Tornería, llegas hasta los lagos"...error, la Tornería es el puerto que te pone en tu sitio, si lo pasas aquí mal, lagos no subes, eso fijo, pero eso no significa que todo el que pase esta cima consiga llegar hasta los lagos.
Me empecé a encontrar superbien, y viendo que pasaba a mucha gente hasta me envalentoné. Empecé a subir más el ritmo, y se me pasó en un visto y no visto. Este puerto, cada vez me parece más corto, y es una pena...con lo que me gusta.
Empecé la bajada, y como solo tenía freno delantero, me puse el límite de 50km/ bajando, para ir tranquilo, sin tumbadas, ni nada por el estilo.
Empecé la Robellada, también a ritmo, aunque peor. Este puerto nunca me dice nada, no me parece puerto, pero vas siempre como atrancado... Total, que también llegué rápido arriba. Ahí sí me paré en el avituallamiento. No cabía ni un alfiler así que fui pasando mesas hasta que llegué a la última donde me encontré con Asier. ¡¡Qué buena!!! ¡Lo acababa de pillar!
Me dijo que no iba Lagos, que se había desfondado tirando con los grupos y en la Tornería ya ha visto que iba mal. Antes de seguir juntos hasta Covadonga, aproveché para contarle mi aventura con la rueda, al verla me dijo que sus hijos hacen mejores ochos, je je, nos pasamos un buen rato echando risas... Subiendo la Robellada, se me había partido otro radio, y la rueda estaba fatal...aunque aguantaba y mi intención era subir hasta el final (ya vería luego cómo bajar desde allí...).
Llegamos bastante rápido hasta Soto de Cangas. A partir de ahí empecé a sufrir bastante por la rueda...con ese asfalto, ya veríamos si lograba llegar. En el avituallamiento cargué líquido - el sol era de escándalo. Después seguimos un rato hasta el control, saludé a la santina, y me despedí de Asier.

Al final no ha sido mi mejor tiempo, pero sí el mejor en bicicleta plegable: 30 minutos menos. Impresionante si tenemos en cuenta que he entrenado mucho menos y que perdí mucho tiempo con la dichosa rueda trasera.
A la noche nos fuimos todos a dar una vuelta y a cenar - ¡¡¡cómo no!!! a Cangas. Y, al día siguiente, aprovechamos para ir a la playa de Ribadesella y darnos unos chombos de época.